El rumor de los silencios.

Siempre es bueno tener miedo. El miedo y el dolor nos demuestran que estamos vivos.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Poderoso caballero es don dinero.

Y sabiendo lo que sabemos (que es muy poco, por cierto), llegamos al punto en el cual nos hacemos preguntas. Sí, joder… El humano corriente tiene dos formas de distinción sobre las otras especies, a parte de la de pensar. Que son, errar y dudar. Bien, ahora es cuando pregunto si alguno de vosotros a hecho algo de esto cierta vez en su vida…
¡Me lo imaginaba! Veo muchas manos levantadas, como si fuera el primer día de clase. Acabáis de descubrir que sois humanos. ¡Bienvenidos al tumulto social! Porque eso es lo que tenéis que hacer. Estar en sociedad. No es una ley, tampoco un mandato ni una orden a rajatabla. Es así. A partir de ahora estáis condenados a vivir juntos.
Tenéis que simpatizar con una sociedad que vosotros no habéis creado porque sois demasiado débiles o simplemente porque no nacisteis en el momento ni en el lugar oportunos.
Ahora, hagamos un pequeño análisis de lo que necesitan los hombres y las mujeres, que son los componentes de la especie humana. En este caso, yo la haré de los hombres puesto que soy uno de ellos. Al no ser mujer, no sé lo que necesitan ni lo que quieren. Y, sinceramente…, creo que tampoco ellas saben lo que las completa. Pero aquí no he venido para hablar de ellas ni para juzgarlas.
Veamos. Los hombres de hoy día, más o menos, estamos criados desde siempre por nuestras madres. Los padres están trabajando o en cualquier caso, gastándose el dinero del mes en el bar con su amigo Julio. También los hay que se dedican a la educación. Una educación de madre y padre, una educación completa. Como sabréis hay muchos casos en los amplios caminos de la educación.
Pues bien. Desde pequeños los hombres nos acostumbramos a la figura femenina que está reflejada en nuestra madre. Al paso de los años nos emancipamos y, desesperadamente, lo que necesitamos es una mujer. Nos hacen dependientes de otras personas que quizás nunca lleguen a entendernos como lo hacía ella. Y luego están los padres, que nos inculcan el sentimiento de querer proteger a todos. También, y quien lo niegue no conoce muy bien a su padre o, puede que sea uno de los pocos padres coherentes que haya en la vida real (por suerte yo tengo un padre así) lo que nos inculcan es el “querer ser mejor que el vecino”. Él tiene un coche de cuatro puertas, yo me compro uno de cinco. Su casa tiene un jardín de diez metros, el mío de veinte. Es así, se quiera o no se quiera. Por un lado se nos incita al consumismo y por el otro a conseguir una mujer por la que dejarse los cuernos (no malentendáis, por dios) y comprarle todo tipo de cosas y, como dije antes, el afán de protegerla de los demás. Es decir, de otros hombres.
El consumismo es lo que hacemos. Lo que nos hace ser como somos en determinados momentos. El dinero… ¿Y si nunca hubiera existido el dinero? ¡Vaya, menuda payasada! Eso lo habéis pensado, seguro. Si ahora se nos quitara el dinero, esto se iría a la ruin ruina. Si desapareciera de la faz de la tierra se colapsaría mucho más que cuando el efecto 2000 o incluso el llamativo año 2012. ¡La hecatombe! Todo sería una patochada, como las que he mencionado antes.
Pero me remonto mucho más atrás. O quizás a una realidad paralela a esta. En donde el dinero nunca hubiera sido creado y la gente intercambiara cosas según sus necesidades. No existiría ese afán de conseguir más dinero y más poder. Nada tendría valor monetario. Simplemente, valor sentimental. Eso que a veces vendemos por cuatro míseros euros o que damos sin prestarle la atención que se merece. Eso que desdeñamos porque no nos atañe sólo cuando estamos en situaciones críticas y luego lloramos porque ya no lo tenemos. Enterrar el orgullo, el dinero y el poder monetario, a día de hoy, es muy difícil. Sé que la vida paralela a esta también tendría sus cosas malas, yo mismo se las saco por todos lados. Pero… por soñar, pueden soñar hasta los tontos como yo. Y soñar, no tiene precio.

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